Desde esta
zona laberíntica se puede descender por dos lugares distintos a un nivel
inferior donde se encuentra la galería de mayores proporciones de la cavidad,
de dirección O-E, y desde la que aún es posible descender a través de dos pozos
a otros dos niveles, el inferior de los cuales es una sala parcialmente ocupada
por un lago. En realidad estos dos últimos son parte de una misma fractura,
ensanchada por el agua y que se prolonga hacia el este, si bien solo es
explorable en parte.
Desde el
segundo tercio, la galería asciende y toma rumbo NE, aparece concrecionada, y
en su tramo final el suelo está cubierto por una colada excepcionalmente
blanca.
Finalmente,
la galería se estrecha terminando en una gatera impenetrable, por la que surge
una fuerte corriente de aire. La colada blanca ha sido preservada habilitando
un único paso junto a una de las paredes, y pasando por ella en solo dos
ocasiones y sin calzado.
De esta
galería principal surgen otras tres, paralelas a la de entrada y ascendentes. Las
dos más occidentales tienen suelos de arena y bloques, mientras que la oriental
es un tubo a presión sin ningún tipo de sedimentos. Todas ellas conectan
también, aunque no siempre a través de conductos explorables, con el nivel
inferior ya mencionado.
En la Cueva del Chaparral se observan dos direcciones principales de conducción del agua. Hay seis galerías, paralelas entre sí, y de dirección NE-SO que descienden hacia otras dos galerías de rumbo O-E. Cinco de las primeras corresponden a diversas etapas de actividad en el drenaje de la dolina que se sitúa al Norte de la cavidad. A medida que el fondo de la citada dolina ha ido
descendiendo, se ha ido desplazando hacia abajo y hacia el Este la circulación subterránea
de sus aguas, aprovechando en cada fase distintas fracturas de la roca. El
desplazamiento hacia el Este
viene determinado por el buzamiento de los estratos, que descienden en esta
misma dirección. Algunas de las galerías poseen además dos o más pisos
superpuestos, formados por el descenso del agua a favor de las correspondientes
diaclasas. El sexto conducto, el más oriental de ellos, realiza la conducción
de las aguas procedentes del pequeño monte situado al Este de la cueva.
En la zona
en la que se unían las aguas procedentes del sector oeste y las del este,
aprovechando la reactivación por mezcla, profundizaron a favor de diaclasas,
hasta sumirse en un nivel inferior al que no tenemos acceso. Como resultado de
ello, nos encontramos una serie de pisos superpuestos, enlazados entre sí por
derrumbamientos distribuidos caóticamente, y pozos que se pueden explorar hasta
profundidades de unos 35 a 40 m. por debajo del nivel de la entrada. En este
punto, todos los pozos quedan taponados por depósitos de arcilla o tierra, o se
estrechan impidiendo el avance. Toda esta zona es ya prácticamente inactiva.
Referencias
1.-José Luis Alonso Sánchez(2020): Diario de Actividades. Asociación Deportiva Pico Tres Mares 2010 a 2020.
2.-Boletín Cántabro de Espeleología 12, 1996.
No hay comentarios:
Publicar un comentario