La Fuente del Carnero es un pequeño manantial que nace a la orilla misma del rio Lamasón, muy cerca de unos paredones sobre los que se asientan la finca y las cuadras del Tejal, bajo la carretera de Sobrelapeña a Puente Arrudo.
Es curioso que, a pesar de tratarse de una fuente utilizada
por quienes por alli transitan (lugareños, pescadores...), nadie en absoluto parecia saber de la existenia en sus
proximidades de la cueva, la cual, en realidad, constituye la parte aérea del curso activo que da origen al manantial.
Situación
La Cueva de la Fuente del Carnero se abre entre avellanos, unos metros por encima del cauce del río. Se accede
hasta ella desde la carretera, a la altura de la finca del Tejal, tomando una vereda que desciende, paralela al cercado
septentrional de la finca, en dirección al río Lamasón. Llegados a su cauce, hay que retroceder hacia el sur, siguiendo un sendero de pescadores, y bordear los paredones rocosos emplazados a escasa distancia de su boca. Un
antiguo talweg ocupado por bloques cubiertos de musgo la precede. En determinadas ocasiones, dependiendo de la meteorologia y de la situación en que se encuentren los sifones que jalonan el trayecto principal, la boca exhala una corriente de aire fresco que facilita su localización entre la maleza.
A pocos metros, donde acaban las paredes, se abre la sequnda entrada, incomunicada.
Descripción
La zona de entrada es de reducidas dimensiones y conduce enseguida a una espaciosa galería semiactiva, con suelo arenoso, que precede al primer sifón. En aguas altas, este es el primer obstáculo serio, ya que puede permanecer anegado algún tiempo, aunque suele hacerse practicable relativamente pronto. En toda esta primera parte hay niveles inferiores de conductos,
no siempre accesibles, en los que abundan el agua y el lodo. A la derecha de la galería principal se desarrolla un dédalo de galerías escalonadas, que se dirige hacia la cueva CO.221. Esta última actúa como conducto temporal de las aguas en épocas de gran actividad. La comunicación es impracticable, a pesar de hallarse muy próximas y existir una corriente de aire apreciable.
Las aguas que se estancan en este sifón son drenadas a través de la galería de las Piedras de Cristal, que concluye en varios pequeños conductos anegados permanentemente.
Tras el primer sifón se atraviesa un sector amenizado por varias rampas y pasajes bajos, que conduce, luego de franquear una gatera ventilada que desemboca en el techo mismo de un pequeño conducto circular, al segundo sifón. En este punto las cosas vuelven a complicarse, ya que hemos sido testigos de su inundación durante varias semanas. Un rescate a través del exiguo codo tapizado de barro que se. encuentra en su parte inferior no parece, de ningún modo, una perspectiva deseable.
Al otro lado de este sifón, por una rampa y un pequeño escarpe, se alcanza un sector caótico, relativamente complejo, en el cual se escalonan diferentes conductos completamente secos. El trayecto principal, a través de la sala de La Escombrera, conduce a una zona concrecionada, por encima de la cual también se desarrollan varias galería superiores.
Más adelante, un conducto de variada fisionomía y dimensiones confortables concluye en un meandro amplio.
Trepando en oposición hasta su parte alta se alcanza una ventana que da paso a un túnel de sección elíptica. Dicho Tunel desemboca directamente en el tercer sifón, el más recalcitrante, ya que puede permanecer anegado durante meses, tal como hemos podido constatar a lo largo de varios años (entre 1993 y 1994 año seco y caluroso estuvo inundado desde mediados de agosto hasta mediados de marzo).
Mientras duraron nuestros trabajos en la cueva, el segundo y el tercer sifón estuvieron equipados en fijo con cordel quia de montaña, de 7 mm, anclado a spits, clavijas para barro y puntos naturales consistentes, por si hubiera sido necesario atravesarlos con equipo de buceo (tal circunstancia hubiera sido enormemente compleja y arriesgada). En esos años, hubo largas temporadas durante las cuales el tercer sifón impedia avanzar hacia el fondo.
Al otro lado de este serio obstáculo, y luego de franquear un agujero soplador, se llega a un angosto pasaje que hubimos de abrir a base de maza y puntero (la anécdota es que, mientras uno picaba, el otro salia a vigilar el nivel de aqua en el sifón, que, por vez primera desde hacia siete meses, habia descendido dejando un paso de apenas 60 centímetros de altura).
Una vez franqueada la estreche
Comienzo del Circo Price, Se trata de una sucesión de pasajes desfondados hasta 20 metros de profundidad ocupados en su base por gran cantidad de barro poco viscoso y varios sifones profundos. Para franquearlos
instalar una larga serie de pasamanos, que estuvieron montados hasta el verano de 1999. Al final del Circo Price se alcanza la base de una chimenea, excavada a favor de una falla. Una escalada libre / artificial de siete metros conduce a un pasaje en forma de diaclasa, cuyas dimensiones
aumentan a medida que avanzamos. Súbitamente, la diaclasa da paso a un elevado cañón, en cuyo fondo discurre.
por fin, el rio, camuflado entre grandes bloques Retrocediendo en dirección a la entrada, por la pared de la izquierda, es posible recorrer el curso activo unos pocos metros hasta topar con un sifón.
Aquas arriba, el Cañón de Lamasón se torna caótico, y, más adelante, sus dimensiones se reducen un poco, hasta
que se alcanza una encrucijada. Al frente, un murallón interrumpe el paso, aunque se vislumbra una ventana una decena de metros de altura. La escalada hasta ella nos llevó a una serie de rampas con bloques, de poca altura, en cuya parte superior se alcanza el punto más elevado de la cueva (+66 m).
A la izquierda del paredón, destrepando los bloques, se alcanza un conducto de mucha menor talla, gue, luego
de varias revueltas, parece concluir en un pinzamiento de la fractura responsable de su formación. Por encima de él discurre un pasaje concrecionado paralelo.
Forzando un paso entre Bloques, angosto y agobiante, logramos descender, una vez al río, el cual aparece embalsado en lo que constituye el cuatro sifón. Se trata de un profundo lago, que vadeamos con ayuda de un bote. El techo se encuentra a pocos centímetros del agua. Es de suponer que este pasaje tambien debe inundarse, pero no tuvimos ocasión de comprobarlo, debido a que el tercer sifón cerraba por completo e avance.
Al otro lado, el conducto se amplia nuevamente y aparece ocupado por grandes bloques cubiertos de arena, El
torrente discurre a la izquierda, a través de un meando impracticable. Luego de escalar un muro de cinco metros alcanzamos una estancia en la que la corriente de aire puede percibirse con mayor o menor intensidad. El día en que se exploró era vehemente y, por ello, el sitio fue bautizado como Cuatro Vientos. En la parte inferior de este lugar un reducto húmedo, frío y angosto pasamos algunos de los ratos de mayor intranquilidad en la cueva, ya que, mientras nos abríamos paso a golpe de maza y puntero, y extraíamos alqunos bloques con ayuda de un rudimentario polipasto, no dejábamos de pensar en los cuatro sifones situados a nuestras espaldas. Todo ello para ganar muy poco, ya que el río proviene del caos de bloques, y la corriente de aire se filtra sin dejar un resquicio al explorador.
No satisfechos con tan amaqro resultado, realizamos una escalada hasta alcanzar una sala circular, muy concrecionada, a la búsqueda de una continuación inexistente. En 1999 dábamos por zanjada la exploración, y orientábamos nuestras pesquisas a la zona del monte situada por encima del trazado de la cueva, a la búsqueda de un posible acceso superior.
Referencia
Boletín Cántabro de Espeleología 16
Federación Cántabra de Espeleología
Santander 2007